“Ignacio de Loyola, nunca solo”

Autor: José Mª Rodríguez Olaizola

Editorial SAN PABLO COMUNICACION SSP. Colección: Bolsillo

Fecha de publicación: 2009 (1ª edición)

Formato: Rústica 

Número de páginas: 320

El autor

Nació en Oviedo en 1970, es jesuita y sociólogo. Desde hace años intenta ofrecer una visión de nuestra sociedad que conjugue la fe y la vida cotidiana, con proyectos de comunicación y evangelización a través de Internet.

“Ignacio de Loyola, nunca solo” es… una recreación de la vida de Íñigo López de Loyola, un joven vasco en la corte de Castilla que aspira al poder y a la fama, pero que cae herido de gravedad en la batalla de Pamplona (1521), poniendo punto final a su carrera militar y, con ella, a sus sueños de grandeza. Ignacio vuelve a Azpeitia, a la casa familiar, para curar sus piernas y su amor propio rotos. Tiene 30 años. Por delante, una larga convalecencia en la que cambiará el proyecto de vida que su familia y amigos habían planeado para él. Se siente atraído por la vida de los santos y decide ser uno de ellos, seguidor de Jesús. Cuando se recupera, inicia un camino que le llevará a recorrer -a pie y desde la pobreza más estricta- Italia y Francia, buscando cumplir la voluntad de Dios. Manresa, Barcelona, Jerusalén, París y Roma serán los escenarios principales donde crecerá y dará fruto abundante su nueva vida, aprenderá a conocerse a sí mismo y se convertirá en el fundador de la Compañía de Jesús.

El eco que deja…

La lectura de “Ignacio de Loyola, nunca solo” nos ofrece la mirada personal de José Mª Rodríguez Olaizola sobre lo que define la particularidad de Ignacio: una vida con muchas heridas. El autor acompaña a Íñigo en todos los planes que el protagonista pone en marcha. Casi todos le salen mal y debe abandonarlos. Su historia es una historia de renuncias. Las renuncias son heridas. ¿Qué intención tiene Olaizola? Humanizar a Ignacio y ponerlo a nuestro alcance porque todos, mujeres u hombres, adultos, jóvenes o niños, sabemos de despedidas, de sufrimiento, de dolor… de heridas. Vivimos y, mientras lo hacemos, la vida nos va dejando decepciones, hendiduras, contrariedades, grietas… ¿cómo hacer para que las heridas sanen y cicatricen? ¿cómo reconvertirlas en impulso para vivir y ser de otra manera y mejor?

Vivir intensamente cada acontecimiento dotándolo de sentido trascendente es la respuesta de Ignacio. Se empapa de todo lo que su mundo le brinda: en Arévalo, la educación cortesana y la autoridad; en la carrera militar, la disciplina, el afán de conquista y el orgullo; en la lectura de los libros que caen en sus manos durante su convalecencia, la simiente de un proyecto increíble que le cautiva y le seduce: dejarse acompañar y buscar la voluntad de Dios.

Todas estas experiencias y enseñanzas forjan su carácter, son los cimientos de lo que llegará a ser y con los que afrontará los obstáculos que van apareciendo en su camino y que tanto se asemejan a la realidad que vivimos hoy: pandemia, inmigración, hambre, miedos, injusticias, soledad… Íñigo reflexiona, con cada fracaso, en cada tropiezo. Escribe sus ejercicios espirituales. El discernimiento es el camino a través del cual encuentra respuestas a las crisis que vive y, de esta manera, nos da pautas para descubrir la riqueza en nuestro propio camino. 

También conocemos a un educador sensible cuando Ignacio emprende la fundación de la Compañía de Jesús: muy exigente con los más brillantes, muy tierno con los más débiles. Así mismo, nos hallamos ante un hombre práctico y un líder: atento a su mundo y capaz de movilizar a otros para ayudar a los más pobres entre los pobres.

Además… 

En esta biografía, Olaizola se detiene, especialmente, en una de las heridas que experimenta Ignacio y que todos conocemos bien: la soledad (de la incomprensión, del rechazo, del ataque, de la duda, del silencio de Dios, de la muerte…). La soledad como experiencia universal, que leída en la vida de Íñigo, es siempre una soledad habitada. Con este “… nunca solo”, el autor redondea el título y la propia vida de Ignacio, dejando espacio a su familia (su padre, don Beltrán, su hermano Martín, su cuñada Magdalena), a sus compañeros (Francisco Javier, Salmerón, Laínez…) y a sus amigos (Inés Pascual, Isabel Rosel), dándoles así un hueco merecido en su vida.

Para terminar…

Nuestra lectura de “Ignacio de Loyola, nunca solo” es la humilde aportación de este Blog Rendijas a la celebración que los jesuitas viven este año: la conmemoración del V Centenario de la conversión de San Ignacio de Loyola, aniversario de la herida que Ignacio sufrió en Pamplona en 1521, es el origen de una espiritualidad que ha contagiado a muchas personas desde entonces hasta hoy. Esta biografía ha sido una oportunidad para acercarnos a la historia de un hombre singular con una riquísima personalidad. Una vez conocida su vida, creemos con Olaizola, que Ignacio podría tomar prestadas las palabras de Pedro Casaldáliga y afirmar:

“Al final del camino me preguntarán:

¿Has vivido? ¿Has amado?

Y yo, sin decir nada,

abriré el corazón lleno de nombres.”

Puntuación: 1 de 5.